La empresa, como la familia, es una estructura de miembros vinculados por un objetivo común. Las emociones de cada uno pueden remar a favor o anclar al grupo: conocerlas y saber orientarlas ayuda a elaborar una estrategia de trabajo en común.
LA RAE, Real Academia Española, define a un sistema como “un conjunto de cosas que relacionadas entre sí ordenadamente contribuyen a un determinado objeto”, y en su cuarta acepción habla de “un conjunto estructurado de unidades relacionadas entre sí que se definen por oposición”.
Está claro que, en todo caso, las partes o componentes han de estar estructurados y relacionados.
La definición más aproximada para la teoría de sistemas sería la de “un conjunto de unidades interrelacionadas entre sí, cada una de ellas con diferente nivel de complejidad, límites de permeabilidad variables, un sistema de comunicación interno y otro de comunicación exterior”.
A este parámetro responde de igual manera la familia y la empresa. Ambas organizaciones, conformadas por el vínculo del parentesco o el laboral, emprenden un camino para alcanzar una meta común a todos los miembros. Ambas tienen una jerarquía y unas normas.
Todos los individuos que forman parte de un sistema se encaminan a conseguir un objetivo común y en el camino para alcanzarlo las emociones juegan un papel determinante y las implicaciones que pueden tener en los sistemas la gestión de las emociones son realmente asombrosas.
Sistemas con emociones diversas
La familia funciona de hecho como una unidad emocional en si misma y todos sus miembros comparten una relación afectiva intensa y determinante. Y es que cuando hablamos de familia comprendemos que cada una tiene su propio sistema de interrelación y eso hace que cada miembro se sienta integrado en la misma. En la familia no hay errores ni cuenta de resultados, pero las deficiencias en las interrelaciones también son generadoras de conflictos. Además, la familia tiene la peculiaridad de que lo que le pasa a uno de sus miembros afecta a todo el conjunto. En la familia también se crean lazos afectivos específicos, de padres a hijos, entre hermanos, entre la pareja…
Del mismo modo, en la empresa nos movemos arrastrados por nuestras emociones y ellas nos influyen en nuestra toma de decisiones y en la manera de interrelacionarnos con otros individuos.
Al igual que las emociones familiares crean vínculos que moldearán nuestro carácter de una u otra forma, las emociones en el ámbito laboral, en la empresa, repercuten en los resultados y trayectoria de la misma. En la empresa es fundamental saber crear espacios emocionales positivos, de forma que las emociones individuales hagan fuerte al grupo, generen individuos proactivos y motivados, evitando que el choque de emociones pueda minar al equipo desde dentro.
Por este motivo entender y analizar las emociones de los trabajadores y trabajadoras es impulsar el progreso de la empresa, desplegar una vela que nos hará avanzar más rápidamente: hay que evitar que las emociones entren en conflicto.
Integrar las emociones como una herramienta más es una estrategia de éxito. Los miembros de una organización, sea cual sea, cooperan cuando se sienten involucrados, alentados y reconocidos, cuando forman parte de un todo integrador, que minimiza los errores, siempre percibidos como intentos de alcanzar un logro, y donde se reconocen sus éxitos.
Un ambiente laboral positivo en la empresa, al igual que en la familia, no solo generará una mayor eficiencia, también mejorará el estado de ánimo del personal, fortaleciendo sus vínculos internos y la identificación con la filosofía y objetivo de la empresa. Si nos sentimos bien crecemos, y si crecemos somos felices. El estrés, como la negatividad o la apatía, son altamente contagiosos en un ambiente laboral deprimido o desganado. Generar confianza y colaboración entre todos los miembros de una organización no es sino un signo de inteligencia y de conocimiento del comportamiento humano.
Vínculo y motivación
En las empresas, para valorar a un candidato es tan importante analizar su capacidad profesional y cognitiva como la emocional.
Analizando y regulando las emociones de todos los miembros de una empresa se logra alcanzar un alto nivel de compromiso, se corrigen hábitos inadecuados, se potencian competencias y se anima a alcanzar el objetivo deseado. Y eso implica conocer y combinar aptitudes y “actitudes”, formas de ser y de pensar. Una buena implicación obtendrá mejores resultados empresariales y personales, mayor rendimiento y bienestar para la plantilla. Además, esta labor de coaching empresarial ayuda a los empleados y empleadas a fortalecerse frente a otros problemas y situaciones de riesgo.
El estudio “Coaching Ejecutivo: 100 Directivos Fortune 1000” demostró, entre otros, estos beneficios organizacionales de la labor de coaching:
• Efectividad organizacional.
• Mejora de la calidad.
• Mejora de la productividad.
• Reducción de quejas de los clientes.
• Reducción de costes.
• Mejora de la rentabilidad.
Para los ejecutivos y ejecutivas también se demostraron resultados tangibles: mejora de la relación con los colaboradores y colaboradoras, del trabajo en equipo, de la relaciones con colegas, aumento de la satisfacción en el trabajo, reducción de conflictos, aumento del compromiso organizacional y de las relaciones con clientes.
Al igual que en una familia, en la empresa es necesario conocer qué mueve, inquieta y preocupa a cada persona, porque su emocionalidad incide en su trabajo y en la relación que establece con su compañeros y compañeras, con sus clientes y sus superiores y superioras. La emoción se convertirá entonces en un valioso recurso, una forma de superar obstáculos y alcanzar los objetivos marcados.